Las colonias industriales en Cataluña, orígenes y respuestas a una herencia cultural

Las colonias industriales en Cataluña son uno de los elementos más carismáticos de la industrialización catalana. Son, más allá de su función en la maquinaria industrial, un capítulo de la historia. Comprender y asumir su verdadera significación requiere introducirse en una época, en una sociedad, en una cultura, y entenderla en la esencia de las causas que las motivaron. En el siglo XIX,

El ascenso y la consolidación de las fuerzas del capitalismo empujan hacia una transformación paralela de la política y la cultura, dentro de la sociedad civil (un concepto no por casualidad acuñado en la primera mitad del siglo XIX) y también dentro de la política como actividad pública.(“La gran transformació 1790-1860, El liberalisme organitzador”, en Història. Política, Societat i Cultura dels Països Catalans, de Josep Maria Fradera, Fundació Enciclopèdia Catalana)

Durante el periodo comprendido entre el final del siglo XVIII y mediados del siglo XIX, la emergencia del capitalismo acentuó el sistema productivo y modificó las relaciones humanas. En Cataluña, la especialización agrícola desarrolló distintas áreas de agricultura comercial e intensificó notablemente los intercambios mercantiles entre comarcas. En pocos lustros, la estructura territorial dominada todavía por un régimen señorial monárquico, secular y eclesiástico, se vió intervenida por una dinámica liberalizadora de la economía productiva, provocando la acumulación de capitales, de tierras que pasarían a ser explotadas en un mercado más competitivo, y la interacción de la diversificación del producto agrario. Dicho proceso provocó la bajada de los precios, socavando la economía de subsistencia, y creando un excedente de población en el entorno rural, que se vio obligada a trasladarse a las urbes para empezar otra actividad, obrera, al servicio de las fábricas. Como resultado,  esta transformación culminó con la aparición de una sociedad de clases, dividida entre los propietarios perceptores de rentas y los trabajadores, y distintas crisis que ocasionaron la inestabilidad política y social.

En el período 1836-41, con la desaparición del régimen señorial y del diezmo en particular, que consistía en un impuesto del diez por ciento sobre los productos de la tierra, destinado a asegurar el mantenimiento del clericato y de los edificios religiosos, así como la redistribución de las cargas que requerían sobre el producto agrario obtenido por el campesino, el pagès, se implantó el mecanismo en que el capitalismo tendiera a proyectarse fuera del marco nacional para convertirse en un sistema mundial. El impacto que generó en el proceso de industrialización en Cataluña también reforzaba la capacidad de respuesta de las agriculturas catalanas, generaba nuevas demandas y absorbía una parte de la fuerza del trabajo de los productores rurales en situación más precaria. Mientras las antiguas masías catalanas tendían a competir entre ellas, como foco de producción agrícola y ganadera, la población agraria creció bajo el manto de la prosperidad a la vez que la propia competencia generaba nuevas necesidades y la aparición de excedente de mano de obra en el tejido rural, fácil de absorber por el sector industrial. Paulatinamente, el territorio fue capaz de estructurar un tejido propio que fue fundamental en el desarrollo industrial posterior.

La aparición de la industrialización en Cataluña como realidad industrial moderna, entendida como el fin de la revolución agraria, se impulsa en la segunda mitad del siglo XIX pero proviene de una etapa previa, con la aparición de la gran fábrica algodonera, resultado del desarrollo de la mecanización de la industria textil, donde el agua y la energía hidráulica fueron dos factores claves para el desarrollo económico. En Cataluña, la energía hidráulica se utilizó en instalaciones preindustriales, como molinos papeleros y traperos, forjas y serradoras, así como en las primeras fábricas de hilar. Y, paralelamente, la escasez de una industria siderúrgica y de la explotación de minas de hierro y carbón hizo que la industria catalana se centrara en la industria de bienes de consumo, y en este contexto la industria algodonera lideró el desarrollo económico. A finales del siglo XVIII se empezaron a consolidar la hilatura y el tisaje al servicio de las fábricas de estampados, a la vez que se inició la mecanización del sector. Por esta razón, los industriales catalanes centraron sus esfuerzos en proyectos de explotación de las cuencas mineras del alto Llobregat y el alto Ter, en paralelo a la construcción de ferrocarriles que transportasen el carbón río abajo. Asimismo, la escasez de carbón autóctono de calidad acentuó el interés empresarial para la energía hidráulica, y esta coyuntura coincidió con el perfeccionamiento de una innovación tecnológica, la turbina, que permitía una mayor eficiencia en el aprovechamiento energético de los caudales fluviales respecto a las antiguas ruedas hidráulicas. La enérgica aparición de nuevas fábricas al lado de los ríos Llobregat y Ter y sus afluentes, con sus colonias obreras más o menos desarrolladas dieron lugar a un fenómeno social y económico singular: las colonias industriales catalanas. Nacía de este modo la solución catalana al desarrollo industrial productivo, mientras, paralelamente, se intensificó el tráfico marítimo para la importación de carbón y algodón.

Las nuevas demandas sociales, y la transformación política y económica hacia una reforma liberal, en un marco de expansión comercial donde el Estado se enriqueció con una mayor carga y recaptación fiscal, derivaron hacia el desarrollo y mejora de los transportes tanto en la red de carreteras como de la navegación, así como en la creación de una red ferroviaria hasta entonces inexistente, con unos ferrocarriles financiados en parte con los ahorros de las rentas que pagaban a los amos de las tierras y, por otro lado, con las subvenciones del Estado liberal. De este modo, el territorio se adaptó a las nuevas necesidades y atenuó la desprotección enfrente de la competencia de las agriculturas más avanzadas.

La dinamización del comercio y la liberalización del país con la involución del régimen señorial, junto con las sinergias producidas por la complejidad del territorio catalán y sus gentes, permitió el desarrollo de una fuerte industria textil que lideró la industrialización del país hasta mediados del siglo XX. El desarrollo fue tardío, pero en su resurgir incorporó los valores sociales y los avances tecnológicos provenientes de la transformación política, social y económica de la segunda etapa de la Revolución industrial que se inició en Europa a partir del 1870.

Continúa en:

https://andreumarfull.wordpress.com/2011/10/17/la-transformacion-social-derivada-de-la-industrializacion-en-cataluna-el-significado-social-de-las-colonias-industriales/

Andreu Marfull i Pujadas
2010-12-17

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