La ONU, la Organización de las Naciones Unidas, se creó en San Francisco en el año 1945 con el fin de mantener la paz y fomentar la cooperación económica, cultural, social y humanitaria, garantizar la seguridad de los estados basándose en los principios de igualdad y autodeterminación y velar por el respeto de los derechos humanos.
Fue entonces cuando el pueblo catalán en el exilio, que constituyó el Consejo Nacional Catalán, presentó Apelación a las Naciones Unidas en su primera Conferencia constitutiva. El documento fue aceptado y registrado. Se titulaba El caso de Catalunya y estaba escrito en inglés con el nombre «The Case of Catalonia. Appeal to the UNITED NATIONS».
En él se exponía que Catalunya era una nación bien definida, pero que ahora no estaba reconocida y se encontraba sometida por las fuerzas fascistas del General Franco. Indicaba que por este motivo no podía ser admitida, pero pedía públicamente que Catalunya fuera considerada como un caso especial, como una nación amiga ahora ocupada por el fascismo. Pidió que la posición dentro de la organización política fuera decidida dentro de España, a través de plebiscito de los catalanes nacionales, tras ser reconocido su status de nación. Pidió también que cualquier otra disputa entre Catalunya y España fuera sometida a la tutela internacional siendo oída por el Consejo de las Naciones Unidas o la Corte Internacional de Justicia.
El documento es impresionante. Expresa como en la Primera guerra mundial 18.000 voluntarios catalanes apoyaron a los ejércitos aliados y como el Tratado de Versalles (1919), que resolvía el problema de la mayor parte de las naciones de Europa, no había resuelto el caso de Catalunya. Resalta cómo el año 1924, ya con la dictadura de Primo de Rivera en España, la Liga de las Naciones (antecesora de las Naciones Unidas) ya no tuvo en cuenta a Catalunya. Así como el hecho de que en 1937, en plena Guerra Civil Española, en la Conferencia de Lyon de la Liga de las Naciones se desatendieron de nuevo los derechos de Catalunya y, en cambio, se autorizó a Italia a intervenir en España para evitar la instauración de una República Catalana independiente. Este acuerdo fue el aval internacional de los bombardeos en Catalunya y Valencia por parte de las tropas de aviación italianas. Entre el 16 y el 18 de marzo de 1938 las fuerzas italianas desplegaron los ataques aéreos más duros que sufrió Barcelona. Catalunya se había erigido como estandarte contra el fascismo, y el ejército italiano de Mussolini no dudó en intervenir militarmente.
La apelación fue autorizada por las entidades formadas por exiliados catalanes de Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, República Dominicana, Ecuador, Guatemala, México, Uruguay, Venezuela, y EEUU, representantes de unos setenta-mil catalanes. El Consejo Nacional Catalán fue fundado en Londres, en 1940, y su presidente era Carles Pi-Sunyer.
La ONU lo aplaudió, lo aceptó y lo archivó. Fue una demanda atendida pero no resuelta.
¿Qué pasó entonces? Pues que los problemas a resolver eran muchos, muchas las urgencias, y Franco, España y Catalunya eran un problema que podía esperar. El nuevo Orden Internacional pactaba una nueva distribución política en Europa, y se iniciaba una Guerra Fría entre dos bloques contrapuestos: el modelo capitalista de Occidente y el modelo comunista del brazo de la Unión Soviética. Franco, a pesar de haber estado del lado fascista, junto Italia y Alemania, ahora suprimido en Europa, se aliaría con los EEUU en su aversión a los comunistas. Haciéndolo lo dejaron gobernar y los catalanes deberían esperar a que nuevos tiempos trajeran nuevas oportunidades.
Franco consiguió así que lo dejaran tranquilo, y mientras tanto labró su imagen pública con el apoyo de la Iglesia Católica, que la República persiguió por su apoyo a los poderes fácticos militares y monárquicos. Promovió la cultura del folclore español acrítico, persiguió los ideales que no le convenían y combatió el catalanismo, y se dedicó a culturizar la sociedad contra el comunismo, tanto el soviético como toda forma de socialismo. Le daba igual que la esencia marxista fuera en el fondo una respuesta humanística sobre la dignidad humana en un mundo industrializado cuando, en el siglo XIX, la industria fomentó la degradación de la población, de la clase obrera. El capitalismo le interesaba a Franco, era compatible con la Iglesia, fomentaba la propiedad privada, y el poder, y los Estados Unidos de América pensaban lo mismo. Con la ausencia de democracia y resistencia intelectual se fomentó la corrupción y nuevas fortunas se forjaron al lado de nuevos poderes.
Como consecuencia de esta alianza tácita España quedó repleta de Bases militares norteamericanas y sin la ayuda de los Estados Unidos de América para reconstruir el país. El país se reconstruyó impulsando el capitalismo y la sociedad de masas después de una guerra previa a la Segunda Guerra Mundial, una guerra donde el nacionalismo españolista obtuvo el apoyo de las grandes potencias fascistas y el bando republicano -sólo en parte- el apoyo de la Alianza que derrotó a Hitler, los voluntarios de las Brigadas Internacionales y de la Unión Soviética.
Epílogo
La historia de los Estados reconocidos internacionalmente no es necesariamente la historia de todos los pueblos del mundo, tal y como se reconoce en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. No todos los pueblos disponen del mismo grado de soberanía ni los estados actuales representan de forma equilibrada los pueblos que gobiernan; hay muchos más pueblos que estados. La ordenación política de estos estados es una respuesta pactista para el equilibrio del poder en un contexto internacional, y su resultado una maniobra llena de procesos de diálogo y de hostilidad, donde todos somos responsables. En nuestro caso, de forma clara, lo son el conjunto de los estados de Europa. Incluso los privilegios y la pasividad hacia la dictadura de Francisco Franco se deben a asuntos e intereses internacionales, como lo expresa el hecho de que durante su existencia y el inicio del sistema democrático (hasta 1991) en el mundo hubo una Guerra Fría entre los Estados Unidos de América y la URSS, los bloques capitalista y comunista, ahora desvirtuados a favor de un modelo capitalista con un notable control social bajo la tutela de los intereses económicos y financieros.
En 1945 Catalunya fue apartada por las Naciones Unidas. Franco lo aprovechó para hacer valer su hipocresía militar junto al bloque capitalista y la España democrática se añadió a su proyecto incorporándose a la OTAN. Hizo valer una capitalización de poderes anómala dentro del Estado. Lejos de labrar la conciencia de una historia tortuosa hostil contra los catalanes y la catalanidad sigue ignorando su propia constitución fundamental, que no fue otra que un acto de guerra impuesto por Felipe V de Borbón después de un Tratado (Utrecht, 1713). En este tratado (y sucesores, hasta 1725) Inglaterra abandonaba su compromiso de defender a los catalanes a cambio del fin de las hostilidades y la obtención de nuevos territorios y privilegios coloniales. Holanda, Saboya, Portugal y el Imperio Romano Germánico hicieron lo mismo, abandonar a los catalanes a su suerte.